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Infundir miedo
A medida que el sida se volvía una inquietud más generalizada, los funcionarios de salud pública y las agencias del gobierno se vieron en la necesidad cada vez más urgente de instar a las personas a protegerse a sí mismas y a sus parejas. Muchas organizaciones del sida estatales y locales trataron de ejercer presión en el público mediante el miedo, a fin de producir cambios de conducta, en especial entre los heterosexuales blancos, quienes no se consideraban en riesgo. Diseñados como alternativa a las campañas de sexo seguro, en las que se destacaba el placer y se invitaba al lector a reconsiderar sus prácticas sexuales en tiempos del sida, estos anuncios tenían un lenguaje visual y verbal en común: una muerte horripilante sin ofrecer información para prevenirla. Si bien algunos hacían énfasis en la necesidad de usar condones o advertían que no se compartieran agujas, la mayoría solo decía a los lectores que “obtengan toda la información” sin brindar información sustancial. En ocasiones, el miedo se presentaba en contra del sexo, como en: “Cada vez que duermes con alguien, estás arriesgando la vida”. En todos los casos, las campañas manejaron el miedo para obligar a las personas a reconocer el sida, pero muchas veces omitían información útil de salud pública sobre las estrategias que podían utilizar los ciudadanos para protegerse.Comité de Acción por el SIDA
El Comité de Acción por el SIDA (AAC, por sus siglas en inglés) inició sus actividades en 1983, en el sótano del Centro Comunitario de Salud Fenway de Boston, una de las primeras clínicas del país que trató personas con sida. Desde hace más de treinta años, el AAC se ha centrado en la defensa y prevención del sida, así como en ofrecer apoyo a quienes viven con la enfermedad, aun cuando las imágenes y las palabras de las campañas de salud pública han cambiado con el tiempo. La publicidad en sus inicios se dirigió a varios grupos demográficos en Boston y Nueva Inglaterra, para combatir la discriminación hacia personas contagiadas con sida, al mismo tiempo que difundía estrategias específicas para mantener sana a personas de diversos sectores de la población. Mediante consejos claros y concretos a personas con conductas de riesgo de contraer el VIH, y al público en general, las campañas inclusivas del AAC ayudaron a priorizar el sida en la opinión pública. A la fecha, esta organización ha trabajado con más de la mitad de las personas diagnosticadas con sida en Massachusetts.
Ver imàgenes sobre este temaEstados Unidos responde al SIDA
De 1987 a 1996, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades patrocinaron “Estados Unidos Responde al SIDA”, una campaña de concientización pública multilateral, que se dedicó a cubrir amplios sectores, definidos diversamente por identidad o conducta, desde madres solteras heterosexuales, adolescentes de todas las razas hasta afroamericanos adultos jóvenes y personas que vivían en zonas rurales. La campaña llegó a millones y se volvió el eje central de la estrategia de prevención de sida “todos están en riesgo”. Proponía que la mejor forma de responder al VIH y al sida era entablar conversaciones honestas sobre conductas de riesgo, como las posibles consecuencias de tener muchas parejas, tener sexo sin protección, consumir drogas intravenosas y toda actividad que menoscabara la capacidad de hacer juicios acertados y seguros. No todos aplaudieron el esfuerzo. Algunos sectores, en especial los proveedores de servicios que trabajaban con grupos de alta incidencia de VIH y sida, sobre todo hombres jóvenes que tenían sexo con otros hombres y consumidores de drogas intravenosas, consideraron que esta campaña ignoraba las necesidades particulares de esas comunidades a fin de apoyar a personas de bajo riesgo. Si bien estas campañas pretendieron haber llegado a todos los estadounidenses, no tuvieron el alcance necesario ni brindaron información a aquellos que también la necesitaban.
Ver imàgenes sobre este temaCondones como método para el sexo seguro
En 1985, investigadores de la Universidad de California en San Francisco confirmaron lo que muchos proveedores de servicios para el sida, así como personas con la afección ya suponían: usados de forma continua y correcta, los condones podían prevenir la propagación del VIH y sida. Esto se aplicaba tanto al contacto sexual entre hombres como entre varón y mujer. Estos resultados, apoyados por la Oficina de Salud Pública de los Estados Unidos, hicieron que los departamentos de salud de todo el país lanzaran campañas de marketing social para fomentar el uso del condón. Algunas campañas consistieron en mensajes gráficos sutiles, utilizando carteles con letras grandes y textos graciosos para atraer a un público mayoritariamente heterosexual sin parecer ilícito. Por otra parte, el Cómic Sexo Seguro, publicado por Gay Men’s Health Crisis (Centro para la Crisis de Salud de los Hombres Gay) en Nueva York, recurría a imágenes humorísticas y explícitas para llegar al público gay y sugerir que usar condón podía ser placentero.
Ver imàgenes sobre este temaInfundir miedo
A medida que el sida se volvía una inquietud más generalizada, los funcionarios de salud pública y las agencias del gobierno se vieron en la necesidad cada vez más urgente de instar a las personas a protegerse a sí mismas y a sus parejas. Muchas organizaciones del sida estatales y locales trataron de ejercer presión en el público mediante el miedo, a fin de producir cambios de conducta, en especial entre los heterosexuales blancos, quienes no se consideraban en riesgo. Diseñados como alternativa a las campañas de sexo seguro, en las que se destacaba el placer y se invitaba al lector a reconsiderar sus prácticas sexuales en tiempos del sida, estos anuncios tenían un lenguaje visual y verbal en común: una muerte horripilante sin ofrecer información para prevenirla. Si bien algunos hacían énfasis en la necesidad de usar condones o advertían que no se compartieran agujas, la mayoría solo decía a los lectores que “obtengan toda la información” sin brindar información sustancial. En ocasiones, el miedo se presentaba en contra del sexo, como en: “Cada vez que duermes con alguien, estás arriesgando la vida”. En todos los casos, las campañas manejaron el miedo para obligar a las personas a reconocer el sida, pero muchas veces omitían información útil de salud pública sobre las estrategias que podían utilizar los ciudadanos para protegerse.
Ver imàgenes sobre este temaCombatir el miedo
El miedo al sida y el estigma resultante para quienes se enfrentaban a la enfermedad dificultó que diferentes poblaciones obtuvieran información precisa. Incluso, muchas personas temían preguntar por el miedo de quedar marcados con la vergüenza social asociada al sida en esta época. Estos carteles y folletos, diseñados para el público en general por varias organizaciones de servicios del sida, reflejaban gran variedad de estrategias para promover la difusión de datos clave sobre la enfermedad, en lugar de rumores. Le recordaban a la gente que todos necesitaban tener información precisa sobre el sida y señalaban los lugares donde existía esa información.
Ver imàgenes sobre este temaReducción de daños / Agujas limpias
A principios de la década de 1980, muchos creían que era la identidad y no las conductas lo que ponía a las personas en riesgo de contraer sida. Conocidos colectivamente como las 4 Haches –homosexuales, hemofílicos, adictos a la heroína (en representación de todos los consumidores de drogas intravenosas) y haitianos en inglés–, estos cuatro grupos se consideraban vulnerables y eran culpados de propagar la enfermedad. Los consumidores de drogas intravenosas eran un problema bien conocido de salud pública. ¿Cómo poder informar, proteger y apoyar a un grupo que se dedica a conductas consideradas ilegales y posiblemente equívocas o pecaminosas?
Una respuesta, que se ilustra en estas campañas de salud pública, fue la reducción de daños: la idea de que, si no era posible impedir el consumo de drogas intravenosas, al menos se podía informar para que las personas se protegieran al hacerlo. Con un lenguaje contundente y directo, estas campañas se dirigieron a los usuarios de agujas y a quienes tenían sexo con ellos. Para el público en general, que podía ver los materiales de paso, las campañas de reducción de daños subrayaban la idea de que repudiar o reprobar conductas de riesgo era irrelevante ya que los juicios de valor no hacían nada para prevenir la propagación del sida.
Ver imàgenes sobre este temaPruebas de VIH
Las pruebas de sangre para detectar la presencia del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) estuvieron disponibles por primera vez en 1985, tan pronto científicos y funcionarios de salud pública confirmaron el virus que causaba el sida. Los exámenes permitieron diagnosticar el VIH antes de que aparecieran los síntomas y pronto se convirtieron en una de las respuestas al sida más comunes. Si bien muchos funcionarios de salud pública y ciudadanos consideraban que la prueba era una forma de tomar el control de la propia salud, ese sentimiento no siempre fue compartido por la gran mayoría.
Hasta 1987 –cuando el establecimiento médico introdujo la azidotimidina (AZT), el primer medicamento que frenaba la infección de VIH pero que, a pesar de su gran disponibilidad, era muy caro– muchos proveedores de servicios, en particular los que trabajaban con poblaciones homosexuales, alegaban en contra de los exámenes. Temían que la violación de la privacidad superaría el apoyo positivo y las opciones de tratamiento para aquellos que resultaran positivos. Con los exámenes, la posibilidad de una muerte rápida relacionada con el sida, dolorosa y al parecer fortuita, fue reemplazada por un futuro igualmente terrible de estigma, aislamiento y odio mal dirigido a consecuencia de una prueba seropositiva.
Estas campañas animaban a las personas a superar sus miedos a la enfermedad y el estigma que producía; hacían énfasis en la responsabilidad personal y social, así como en la disponibilidad de información, apoyo y, eventualmente, tratamiento en caso de estar infectado con el VIH.
Ver imàgenes sobre este temaEl Proyecto Minorías y Sida
n 1985, cuatro años después de iniciada la crisis nacional de salud, los afroamericanos y latinos representaban tres veces más el número de casos de sida que los blancos. Para abordar la creciente disparidad en la epidemia y contrarrestar el mito de que el sida era una “enfermedad de gais blancos”, el arzobispo Carl Bean y miembros de la Iglesia de la Confraternidad Unitaria fundaron el Proyecto Minorías y Sida (MAP) para apoyar a comunidades del sur de Los Ángeles. Sus audaces campañas bilingües subrayaban que el sida era un problema grave y que estaba creciendo rápidamente en las comunidades de color, además de dar información sobre prevención y atención de aquellos afectados de sida. Trabajando junto con otras dos organizaciones comunitarias –Negros educando a negros sobre problemas de salud sexual (BEBASH) y Hombres Negros y Blancos Juntos–, MAP fue un ejemplo para otras organizaciones que se dedicaron a ayudar a afroamericanos y latinos afectados por VIH/SIDA.
Ver imàgenes sobre este temaLos pueblos nativos responden al VIH/SIDA
Los pueblos nativos siguen estando muy vulnerables a la crisis del sida debido a varios factores, entre ellos la falta de financiamiento para dar información culturalmente relevante, los mitos y falsos supuesto sobre la enfermedad y sus causas, así como el estigma comunitario. Los pueblos nativos representan un pequeño porcentaje tanto de la población de Estados Unidos como del número de casos reportados de VIH/SIDA. Sin embargo, como grupo, tiene el tercer índice más alto de diagnósticos, después de los afroamericanos y los latinos. Las respuestas a esta disparidad han sido variadas.
Desde 1987, El Centro Nacional Nativo Americano de Prevención del Sida (NNAAPC) ha ofrecido programas e información a comunidades nativas. El Centro de Documentación de Mercadotecnia Social del NNAAPC cuenta con gran variedad de recursos educativos, entre ellos carteles adaptados a cada nación nativa en muchas partes del país. Muchos de los carteles aquí mostrados reflejan el trabajo de gobiernos tribales y organizaciones comunitarias que trataban de educar a sus ciudadanos y vecinos no nativos acerca del sida. Aunque originalmente no se enfocaba en la prevención o en hacer conciencia sobre el HIV/SIDA, el personal de las clínicas de salud y las organizaciones de apoyo frecuentemente aconsejaban seguir conductas más seguras y sanas y, en ese proceso, se volvieron participantes clave en la lucha contra la epidemia entre las comunidades nativas. Estas imágenes reflejan una gama de mensajes específicos de la cultura y, en muchos casos la tribu, dirigidos a un amplio público que requería ayuda e información.
Ver imàgenes sobre este tema“Por favor, mantente a salvo” por la Fundación del Noroeste para el Sida
En 1987, con financiamiento de la Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos, la Fundación del Noroeste para el Sida, con sede en Seattle, lanzó la campaña “Por favor, mantente a salvo” para ayudar a hombres gais y bisexuales a reinventar sus conductas sexuales. Mediante una estrategia creativa visual diferente de las imágenes sexualmente cargadas de algunas campañas de salud pública de ese tiempo, ésta empleó señales de tráfico –una serie de símbolos directos y conocidos– para discutir y difundir información sobre seguridad sexual. La campaña “Por favor, mantente a salvo” o “Las reglas del camino” usó además un lenguaje convincente, directo y específico de la comunidad para ayudar a homosexuales a practicar el sexo seguro; trató de establecer estas prácticas como la nueva norma para todos. La “Tarjeta de seguridad sexual” que aparecía en muchos carteles proporcionaba información rápida y accesible sobre actividades en cada nivel de seguridad. La Fundación del Noroeste para el Sida, además de elaborar carteles de salud pública, organizó discusiones abiertas sobre los riesgos, los procesos de pruebas y la salud sexual, y también ofreció apoyo a personas con sida y a sus seres queridos. En 2001, la fundación se fusionó con la Brigada del Caldo de Pollo para formar la Alianza Vitalicia para el Sida.
Ver imàgenes sobre este temaPolítica de tarjeta postal
Hacia mediados de la década de 1980, cuando la epidemia de sida se convirtió en crisis declarada, los activistas recurrieron al arte y al diseño gráfico para ilustrar y puntualizar su respuesta a la enfermedad y la resultante crisis social. Surgido del Gran Fury de la Coalición para Desatar el Poder contra el Sida (ACT UP por sus siglas en inglés), un colectivo de artistas que pusieron su talento en la lucha contra el sida, el activismo artístico insistía en que la cultura visual tenía un poder tremendo para lograr un cambio en la conducta y la política. Gran Fury invadió espacios de barrios urbanos con carteles que presentaban imágenes fascinantes y provocativas que obligaban a unos a confrontar su homofobia y a otros a imaginar lo que podrían hacer para combatir el sida.
Además de crear carteles, los artistas reprodujeron esas imágenes en forma de tarjetas postales. Estos artículos pequeños, portátiles y baratos eran recordatorios visuales de lo grave que se había vuelto la crisis del sida. Colocadas en bares, restaurantes, tiendas de barrio y centros comunitarios para que las tomaran los clientes, estas tarjetas permitieron a los activistas, incluso aquellos que no formaron parte del Gran Fury, penetrar a un público aún más amplio.
Ver imàgenes sobre este temaRed de Educación sobre el Sida de Carolina del Sur (SCAEN)
En 1986, DiAna DiAna, peinadora afroamericana que tenía un pequeño salón de belleza en Columbia, Carolina del Sur, se sintió obligada a entrar en acción cuando el periódico local se negó a publicar un anuncio de condones. DiAna, que no tenía estudios formales en salud pública, empezó a usar su salón como lugar para hacer que sus clientes, en su mayoría mujeres afroamericanas, participaran en conversaciones de porqué debían preocuparse y practicar el sexo seguro. Diseñó un sistema de distribución para ofrecer protección gratuita: en su tienda había una canasta llena de condones envueltos para regalo a cualquier cliente que los quisiera. Si bien el artista que dibujó los carteles es desconocido, el estilo representa el acercamiento de DiAna a la prevención del sida. Creía firmemente en darle poder a la comunidad para que sus miembros vieran la epidemia como un problema ante el cual podían actuar.
Poco después, en un taller sobre el sida, DiAna conoció a Bambi Sumpter (ahora Gaddist), educadora en salud pública que cursaba su doctorado. Las dos mujeres no tardaron en formar la Red de Educación sobre Sida de Carolina del Sur (SCAEN por sus siglas en inglés) al poner en acción su experiencia y estudios. La incipiente organización lanzó una campaña de gran escala basada en la cultura popular para incitar a pensar en la prevención del sida. Escribieron obras de teatro, organizaron concursos de talento y celebraron fiestas estilo Tupperware con premios que servían para tener sexo seguro. Con un enfoque siempre ligero pero mediante un mensaje poderoso, SCAEN insistía en que los sureños, en particular los afroamericanos, necesitaban conocer los beneficios placenteros del sexo seguro y los riesgos de no protegerse. A pesar del buen trabajo de su campaña de base, en 2012 Carolina del Sur fue uno de los tres estados del país con el mayor número de casos de VIH en adolescentes.
Ver imàgenes sobre este temaLa Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos y los Proyectos Municipales de SIDA
La Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos estableció un proyecto de sida en 1984 a instancias de la entonces alcaldesa de San Francisco, Dianne Feinstein, quien dirigía una de las ciudades más agobiadas por la afección. En su posición al mando de la ciudad en la que gays, lesbianas y personas con sida crearon modelos de atención, tratamiento y prevención, Feinstein convenció a sus colegas alcaldes de ampliar a todo el país las campañas al estilo de San Francisco. Esto llevó información y apoyo muy necesarios a zonas no consideradas como centros gas, pero que no obstante tenían una epidemia de sida en crecimiento. Los proyectos locales de sida, como los de Milwaukee y Denver, aplicaron el modelo de San Francisco de combinar llamados a la prevención y la atención con el interés por las necesidades de los diferentes grupos dentro de su respectiva ciudad y presentar información explícita sobre el sexo seguro y el uso de drogas intravenosas. Esto adquirió particular importancia después de 1987, cuando el Gobierno federal dejó de financiar campañas que consideraba apoyaban la homosexualidad y el consumo de drogas.
Ver imàgenes sobre este temaLa Clínica Whitman-Walker
Ya que trabajaba con la comunidad gay casi diez años antes de que apareciera el sida en Estados Unidos, la Clínica Whitman-Walker estuvo a la vanguardia de los servicios de prevención del sida en la capital del país. Establecida como parte de la Clínica Gratuita de Washington y llamada originalmente Clínica VD de Hombres Gais, se fundó en el sótano de una iglesia en 1973 para proporcionar a los hombres gais una atención médica sin prejuicios. Las fundadores le cambiaron el nombre en 1978 en honor de dos personas que desafiaron las normas de género y de sexo en el siglo XIX: Walt Whitman, el célebre poeta estadounidense que hizo su vida con hombres, y la Dra. Mary Edwards Walker, activista feminista y doctora en medicina, que usaba exclusivamente ropa de hombre y fue la única mujer que recibió la Medalla de Honor por sus servicios como cirujana durante la Guerra Civil.
Ya en 1983, la clínica dotó de personal la primera línea de ayuda sobre sida de la ciudad y, en apenas dos años, abrió numerosas casas para personas con sida que buscaban refugio y atención de la comunidad gay y lesbiana en general. Además de proporcionar los tan necesarios cuidados a gente con sida y acceso al tratamiento, Whitman-Walker estuvo a la vanguardia en materia de diseño y distribución de materiales de sexo seguro, dirigidos a gran variedad de públicos. Y aunque la clínica elaboró campañas para ayudar a todo tipo de personas, nunca dejó de atender específicamente las necesidades de hombres que tenían sexo con otros hombres.
Ver imàgenes sobre este temaNo puedes contraer sida si...
Desde que aparecieron las primeras noticias sobre el sida, a principios de la década de 1980, han persistido mitos junto con la epidemia y los rumores han acompañado a la información científica sobre la enfermedad. Primero fue el potente estigma asociado con las cuatro haches –homosexuales, haitianos, hemofílicos y heroinómanos–, quienes en un principio se pensó corrían riesgo de contraer sida. Después surgió la preocupación infundada de contraer sida en bebederos, asientos del baño o por darse la mano o abrazarse. Las campañas reunidas aquí fueron diseñadas por organizaciones de servicio de sida para disipar los principales mitos sobre quiénes podían contraer la enfermedad y crear conciencia sobre las formas de transmisión. Al confrontar directamente los mitos y rumores del sida, estas campañas aseguraron que la gente entendiera que el sida no era ningún castigo ni una enfermedad que solo afectaba a los grupos “de riesgo”: era algo que requería que todos pensaran en ello y respondieran de manera saludable.
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