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Lección 1: Explicación de los orígenes y causa de la enfermedad
Introduccíon
Cuando en 1981 se reconoció en Estados Unidos por primera vez un trastorno inmunitario mortal, abundó el miedo, los rumores y las especulaciones. No fue sino hasta 1984 cuando los científicos llegaron al consenso de que un retrovirus recién descubierto era la posible causa de la afección ya conocida como síndrome de inmunodeficiencia adquirida, o sida. La terapia antirretroviral efectiva eludiría a investigadores y pacientes en países ricos hasta mediados de los años noventa, pero esta terapia, que podría salvarles la vida, aún está fuera del alcance de millones de personas en todo el mundo. Cientos de miles de personas murieron a causa del padecimiento en Estados Unidos durante los primeros 15 años de la epidemia reconocida, y muchos miles más lucharon por vivir con dignidad mientras se enfrentaban a la discapacidad, la discriminación y el abandono. En la década de 1980 se hizo cada vez más evidente que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el retrovirus causante del sida, se había estado esparciendo silenciosa e inadvertidamente por todo el globo por varias décadas, contagiando y matando a millones de personas en todo el mundo. Después de casi un siglo de exitosas intervenciones biomédicas contra enfermedades infecciosas en Estados Unidos, el periodo de quince años entre 1981 y 1996 representó un quiebre dramático de la generalizada y a veces indiscutible confianza en el avance de la medicina.
Las lecturas de la primera semana exploran los paralelismos históricos entre el surgimiento del sida y las reacciones iniciales a la afección con brotes anteriores de peste en Europa occidental, una historia en la que muchos estadounidenses buscaron aprendizaje. La aparición de epidemias de enfermedades devastadoras siempre ha ido acompañada de intentos por comprender por qué ocurrieron, y las explicaciones de la élite de la sociedad, como médicos, autoridades municipales y líderes religiosos, se mezclan con las del pueblo en general. A menudo, los funcionarios públicos, sintiendo la presión de actuar decididamente, tomaron medidas que reforzaron los estereotipos culturales existentes y se centraron en minorías sociales.
Arrizabalaga, Henderson y French exploran lo que pensaban las personas y cómo actuaron cuando, a fines del siglo XV, llegó la “enfermedad francesa” a la Europa del Renacimiento. Su trabajo destaca cómo la interpretación de una persona de una nueva enfermedad, y del diagnóstico en caso de contagio, dependía en gran medida de su nivel de educación, su posición social y su capacidad de pagar por un tratamiento y una atención médica adecuados. Los autores también describen la reacción universal de localizar el origen de esta aparentemente nueva afección de transmisión sexual en otras culturas. La negativa de los autores a tratar a la “enfermedad francesa” de fines del siglo XV como lo que hoy se llamaría sífilis subraya su compromiso de entender la afección tal como les pareció a los observadores en la Italia de inicios del Renacimiento, y no mirarla con la confiable perspectiva de los éxitos biomédicos del siglo XX.
Hewlett examina cómo confluyeron factores religiosos y políticos en la reacción a la “enfermedad francesa” en la ciudad-estado de Lucca en la Italia renacentista. Allí, las autoridades de la ciudad consideraron que los sospechosos de sodomía –y, dentro de esa amplia categoría de actividad sexual sin fines reproductivos, en particular aquellos sospechosos de sexo anal entre hombres– eran responsables de la “enfermedad francesa”. En su capítulo, Pullan articula los modelos explicativos del contagio y las miasmas por la aparición y transmisión de la plaga en la Italia del Renacimiento. Él explora los múltiples y a veces contradictorios papeles que parecieron asumir los pobres en tiempos de la epidemia: como portadores, víctimas y destinatarios de la plaga. En lo sucesivo fueron considerados merecedores de aislamiento, de caridad y de sospechas por parte de la élite social.
Epstein sostiene que una combinación de factores desembocó en el poderoso y duradero concepto del sida como “enfermedad gay”. Entre estos factores destacan el acceso a tratamiento médico para hombres gays de clase media que fueron de los primeros en caer enfermos con el nuevo padecimiento, el poco conocimiento de los científicos médicos con el “estilo de vida” homosexual y la exagerada generalización al respecto, así como la respuesta comprometida y organizada de activistas gais y lesbianas ante el desastre. Señala que el término “causa” tiene una serie de complejos significados en diferentes contextos, factor que haría que muchos creyeran que la homosexualidad había “causado” el sida, de manera que se facilitó responsabilizar a los gais por la afección.
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- ¿Qué temas parecen repetirse en las lecturas?
- ¿Qué significa “agente causal” en el contexto de una epidemia? ¿Cuáles fueron las causas que se sugirieron de la epidemia de sida? ¿En qué forma se parecen a los intentos de explicar brotes de enfermedad en tiempos anteriores? ¿En qué difieren?
- ¿Cómo se han vinculado los intentos por explicar la aparición de una epidemia con la culpa?
- ¿En qué se parecen las reacciones a la amenaza del sida de la comunidad gay y la de otros grupos minoritarios también afectados por la deficiencia inmunológica? ¿O a la de las minorías afectadas por otras epidemias del pasado? ¿En qué se diferencian?
- Arrizabalaga, Henderson y French insisten en tratar a la “enfermedad francesa” como “rara” y que no se traduce fácilmente a nuestro concepto moderno de enfermedad infecciosa. ¿Cómo podría este enfoque histórico sobre brotes de enfermedad del pasado aplicarse al VIH/sida, en particular si consideramos el período anterior a la llegada a la terapia antirretroviral de gran potencia en 1996? ¿O el periodo anterior a 1984, cuando los indicios presentados por científicos franceses y estadounidenses apuntaban con fuerza a que el retrovirus que después se conocería como VIH causaba el sida?